viernes, 15 de marzo de 2024

Desde lejos no se ve: el Holocausto según Jonathan Glazer en The Zone of Interest


La Zona de Interés es la forma en que los nazis llamaban al área aledaña al Oflag u Offizier-Lager, el campo de concentración de prisioneros. Desde ese punto, y basándose libremente en la novela homónima de Martin Amis (2014), parte el último y provocativo film del director británico Jonathan Glazer.  











El comandante nazi Rudolf Höss (Christian Friedel) y su mujer Hedwig (Sandra Hüller) viven junto a sus hijos la vida de ensueño a la que siempre aspiraron bordeando los campos de exterminio en Auschwitz. Sus días transcurren en una casona lujosa en la que reciben invitados, disfrutando atardeceres bucólicos en un jardín con pileta y excursiones al río, mientras de espaldas se llevan a cabo todo tipo de atrocidades en hornos crematorios y cámaras de gas. Pronto la armonía familiar comenzará a desestabilizarse cuando el patriarca de las fuerzas militares sea ascendido y deba trasladarse por trabajo a Berlín. Su mujer se rehusará a abandonar ese bienestar y estilo de vida admitiendo el sacrificio que llevó obtenerlo y convencerá al marido que vaya solo en la misión y visite a la familia de regreso.  De ahí en más, cada uno tomará poder en su lugar: él como supervisor de operaciones y ella a la cabeza del hogar, del que se auto proclama reina. 


Hasta ahí podría tratarse de otra película más sobre Holocausto, pero…¿qué es lo que hace a Zona de Interés tan controversial y única? La forma inusual en que se posiciona para contar los hechos. Con distancia objetiva y sin caer en complicidades, el director aborda esta historia desde el ángulo perpetrador, explorando el concepto de banalidad del mal en una familia capaz de ignorar y disociarse del horror con tal de continuar su vida cotidiana.  Aunque son conscientes que existe otra realidad cruzando el alambrado, eligen no verla e ignorarla. Su único punto de conexión con el afuera es cuando algún prisionero entra a su mundo a servirlos en sus tareas domésticas o cuando Hedwig recibe atenciones de regalo como joyas o ropa costosa expropiada de mujeres judías. Y en eso el director no arma juicios de valor, sino que abre el campo de juego para que el espectador los complete desde su opinión y lectura, se haga replanteos o elabore prejuicios en base a la identificación o rechazo que le causen los personajes.  





Detrás de la fachada idílica que los Höss aparentan, todo es tan siniestro que ni hace falta evocarlo para que la atmósfera densa e intensa se apropie del aire y se sienta en el peso del cuerpo. Glazer sustrae elementos para construir una historia impactante desde la ausencia. Muestra una tragedia de forma invisible, en la que los encargados de materializarla no dejan rastros corpóreos ni sangre derramada -aunque se hayan llevado miles de vidas-.


Rota en continuidad un soundtrack horroroso de gritos, sirenas, disparos y combustión que se normaliza como música de fondo, sin que la reflexión ni arrepentimiento escarmienten en silencio.  Te encierra tras las puertas y ventanas de una casa opresiva que se protege del peligro externo cuando la amenaza vive dentro. 







Solo hay unos pocos momentos -que combinan fábula, pesadilla y ensueño- donde aparecen pequeños gestos de humanidad. Y aunque se muestren en negativo y secreto, la ofrenda de bondad es suficiente para arrojar algo de luz y exponer el reverso fotográfico de tanta maldad. Es interesante cómo el director juega con los contrastes: mostrando el interior de un hogar pulcro y seguro al que los protagonistas llaman ‘’espacio vital’’ y el afuera, que no da lugar de escape frente al exterminio.  La belleza del día celestial y la noche oscura tapada de hollín, donde lo único que ilumina es el fuego de la hoguera apagando vidas. La figura noble y paternal de Rudolf ante su familia y el oficial con temple de hierro que ejecuta un genocidio a sangre fría. Todo esto reforzado por la oposición entre imágenes poéticas y sonidos infernales que abomban y narran lo que no se ve  (por ese brillante trabajo de diseño sonoro la película se llevó un merecidísimo Oscar).
Escenas tan contradictorias y chocantes como las que se ven en el Jardín de las Delicias del Bosco.


Pero…¿hasta qué punto el humano puede vivir sin cargar con el peso de sus actos? ¿Hasta qué grado del inframundo insensible se puede descender?


La semilla moral parece germinar en el cuerpo sembrada por los hechos, cuando Rudolf va al médico y le encuentran el vientre inflamado tras recibir la orden de la Operación Höss que supervisará, una de las mayores matanzas por gaseo. También cuando, luego del brindis celebratorio por el plan de acción, se va de la fiesta de la élite militar bajando las escaleras hacia los infiernos más oscuros de su propia consciencia, con arcadas que lo tienen alcoholizado, algo asqueado de frivolidad y horrorizado por la voluntad de los actos que perpetuará con sus propias manos. Y es ahí, en uno de esos pisos bajos, donde el pasado se alinea y entra en diálogo con el presente: en el Museo Estatal de Auschwitz-Birkenau. Aunque Rudolf  no lo sepa, esas salas serán el lugar donde sus actos dejarán evidencia y serán juzgados e inmortalizados en la memoria colectiva. Pero también lavados de suciedad, privados de contexto y presentados en un marco de interés y atractivo cultural. Tanto para quienes hacen su trabajo de rutina restaurando la historia, como para los visitantes de museos o espectadores de la película, el impacto de tenerlos enfrente es chocante y sensible...pero los hechos de terror vienen tan normalizados a diario con las noticias de fondo, que da la sensación de que, pese a que puedan repetirse, la vida continúa, al igual que para la familia Höss. En el pasado con Auschwitz, hoy con la guerra de Israel y Gaza o el conflicto entre Rusia y Ucrania…¿mañana? ya veremos.

Mientras tanto, seguimos cuidando los límites y detalles de nuestra quinta floreada para mermar el efecto de lo que pueda estar pasando afuera, del otro lado de los propios muros que construimos.















Otras películas similares para ver:


Sobre nazismo:


La Bruja de Hitler (2022) - Virna Molina y Ernesto Ardito

The White Ribbon (2009) - Michael Haneke

La Caída (2004) - Oliver Hirschbiegel

Come and see (1985) - Elem Klimov

The Grey Zone (2001) - Tim Blake Nelson

Night and fog (1956) - Alain Resnais

Shoah (1985) - Claude Lanzmann


Sobre límites y espacialidad:


Home (2008) - Ursula Meier

Dogtooth (2009) - Yorgos Lanthimos

Dogville (2003) - Lars Von Trier


Sobre horror psicológico:


The Killing of a Sacred Deer (2017) -Yorgos Lanthimos

Antichrist (2009) - Lars Von Trier

Funny Games (1997) - Michael Haneke

Under The Skin (2013) - Jonathan Glazer

La Casa Lobo (2018) - Joaquín Cociña y Cristobal León




miércoles, 29 de noviembre de 2023

Fallen Leaves (2023) - Aki Kaurismäki



Retomar la sencillez de historias mínimas a corta duración con baja pretensión es todo un acto rebelde frente a los tiempos y dictámenes de agenda del cine actual.  Fiel a su universo austero pero rico en profundidad y poética visual, en los 80 minutos de Fallen Leaves, Aki Kaurismäki construye un film redondo en el que no sobra ni falta nada, donde la ternura y color de sus personajes triunfa sobre el tedio de la ciudad gris en que viven.


Al igual que en la Trilogía del Proletariado de 1986-1990 (Shadows in paradise, Ariel, The Match Factory Girl), el director finlandés muestra la vida rutinaria de la clase trabajadora en Helsinki, donde la explotación, maltrato y precarización son moneda corriente y la radio repite una y otra vez noticias de una guerra al acecho ante la invasión rusa a Ucrania. Frente al panorama desolador y chato, sin nada más que hacer, los habitantes refugian su tiempo libre en compañía de amigos, bares de karaoke algo deprimentes que parecen anclados en el tiempo y el vodka como vía de escape a sus miserias. Y es ahí donde los anónimos y solitarios Ansa (una cajera de supermercado) y Holappa (un obrero metalúrgico) van a cruzar camino por primera vez, a detectarse con miradas tímidas y a establecer un contacto torpe y esquivo, como dos adultos descubriendo el amor por primera vez.


Entre encuentros y desencuentros, cada protagonista lidia con sus problemáticas (desempleo, alcoholismo, bajos recursos, vacíos emocionales) y es guerrero de sus propias batallas silenciosas solo (quizás por eso la mudez introvertida) pero, aunque no se manifieste en gestos ni palabras, el amor late entre ellos como una invitación a sentir pulso vital, aliviar la carga cotidiana y desafiar los golpes duros de realidad. La necesidad de conexión humana en buscarse y reconocerse mantiene encendida la esperanza de nuestros antihéroes, aún cuando el destino y azar no les juega su mejor carta. El espectador anhela que ese romance inocente y lento persevere contra todo obstáculo sabiendo que, con valentía y voluntad de intentarlo, la vida espera del otro lado con un final un poco más feliz y digno del que toca por conformismo. Así como ellos tienen el poder de enamorarnos en ese universo oxidado de fábricas, demoliciones y alimentos putrefactos, también lo hacen las referencias musicales y al cine de las que se vale el film, que transforman el escenario mundano en algo encantador y pintoresco, sea ambientado con el mambo italiano, un tango de Carlos Gardel, la película zombie del colega Jim Jarmusch o las expresiones del Charlie Chaplin más conmovedor de Luces de la ciudad


Cada pequeña decisión de Kaurismäki se convierte en un gran gesto cinemático que le da a esta película un sello inconfundible dentro de su obra: con su paleta tonal característica (al igual que otros grandes como Almodóvar o Wong Kar-Wai), un sentido del humor muy peculiar y guiños estéticos que no envejecen pero tampoco resultan actuales, posicionándolo como uno de los narradores atemporales más habilidosos en contar y destacar la belleza de lo simple.













Otras películas similares para ver:

Paterson (2016) - Jim Jarmusch

In The Mood For Love (2000) - Wong Kar-Wai

Shadows In Paradise  (1986) - Aki Kaurismäki

Drifting Clouds (1996) - Aki Kaurismäki

Lights In The Dusk (2006) - Aki Kaurismäki

Riff-Raff (1991) - Ken Loach 

Frankie & Johnny (1991) - Garry Marshall

City Lights - Charles Chaplin (1931)

Modern Times - Charles Chaplin (1936)

Quatre nuits d’un reveur - Robert Bresson (1971)
Toute une nuite - Chantal Akerman (1982)









lunes, 21 de noviembre de 2022

Weyes Blood – And In The Darkness, Hearts Aglow (2022)

 

Ph: Neil Krug

Como en una novela, Weyes Blood retoma la historia de Titanic Rising (2019) con la secuela de su trilogía conceptual, justo donde quedó pausada en el mundo pre-pandémico. Si el primer tomo navegaba las aguas de lo incierto, viendo desde la superficie cómo se asomaba la punta del iceberg que hundiría al barco catastróficamente, tres años más tarde en And In The Darkness, Hearts Aglow ésta náufraga toma aire y coraje para sumergirse en lo profundo del océano y descubrir el impacto emocional del choque.

 La ruptura amorosa es el eje temático del nuevo disco pero, en un contexto tan fragmentado, la experiencia personal pasa a fundirse con otras cuestiones, ganando terreno universal. Mientras la visión socio-ecológica cambiante y extraña quedaba plasmada en Titanic Rising, en éste último trabajo la procesión va por dentro.

'Si no hay más nada que pueda decir sobre lo externo -porque ahora todos saben qué está pasando y cómo se siente- entonces hay que ir a lo interno'', menciona la líder del grupo Natalie Mering en una entrevista con FLOOD. Llegar al centro de las emociones a veces requiere despojo y con la música ocurre lo mismo. Nuevamente el productor Jonathan Rado (Foxygen) comandó el viaje pero en una dirección distinta: lejos del barroquismo y la densidad, acá privilegió la introspección depurada. Para captar ese espíritu íntimo la banda grabó en simultáneo y en cinta desde los Eastwest Studios, un espacio con mística propia que albergó a artistas como Everly Brothers, Mamas & The Papas o Elvis, además de ser la casa donde los Beach Boys dejaron huella con Pet Sounds (1966).

 Ya de arranque, en el corte setentoso ''It's not just me, it's everybody'' Mering confiesa sentirse invisible, convencida que no es la única en experimentarlo (''Sentada en esta fiesta preguntándome si alguien me conoce y ve realmente quién soy. Hace mucho que me sentí realmente conocida''). Mientras arroja el pronóstico actual (''Viviendo en el despertar de cambios agobiantes, todos nos convertimos en extraños incluso para nosotros mismos''), en el video baila en un set de filmación con un smartphone que se va cobrando vidas y alimentando de almas, un guiño más cínico y actual al entretenimiento inocente de Gene Kelly y el ratón Jerry en Anchors Aweigh.

 

Estas canciones ensoñadoras y melancólicas cuentan una historia simple y lineal que va sumando elementos que la complejizan, por lo que no es extraño que maduren con las escuchas. ''Children of the Empire'', o lo que podría ser un himno de Brian Wilson era Surf's Up, tiene ese poder y es un canto urgente al trono que recibirán los herederos, donde apremia la unión y acción por preservar las ruinas a futuro.

El folk psicodélico ''Grapevine'', al igual que ''Twin Flame'', es donde la dinámica afectiva se manifiesta en forma más obvia. La primera es la ruta de encuentro de dos amantes que, por narcicismo, terminan yendo en sentido contrario (''Si un hombre no puede ver su sombra, puede tapar tu sol todo el día. Puede hacerte pequeña, tiene el poder de sacarte su amor'').  Mientras que ''Twin Flame'', donde se introduce novedosamente la textura de una batería electrónica, ironiza sobre la idea de las almas gemelas y la fecha de expiración de las relaciones cuando la balanza se inclina en favor de un solo lado (''ahora nuestras horas se sienten tan contadas y pequeñas, sosteniendo el amor solo por mantenerlo'').



Dos años de encierro privados de contacto erosionaron los vínculos humanos con el afuera, borrando los límites temporales y dejando consecuencias de las que hoy estamos saliendo sin entender demasiado hacia donde avanzar. La pandemia interfirió en la salud mental, la soledad y el acelere capitalista del que habla la canción folk-pop ''The Worst Is Done''.

 ''Estoy segura que muchas generaciones a lo largo de la historia resistieron cataclismos así, pero éste se siente realmente abstracto y novedoso porque hay mucha superposición tecnológica y climática, aunque no haya nada nuevo bajo el sol. Lo peor ya fue hecho pero se va a volver todavía más abstracto y retorcido. Pese a que ya no estemos más en la era oscura lidiando con la plaga, vamos a tener que lidiar con otras cosas''  apunta la artista en otra entrevista con FADER en función al tema. Algo que también desarrolla en ''Hearts Aglow'', anhelando encontrar amor genuino y reconexión con los espacios tranquilos entre tanto ruido y tumulto.

''Creo que había una esperanza de que en la post-pandemia todos íbamos a ser más unidos y a reconstruir este mundo nuevo. Desafortunadamente, nos inclinamos aún más en nuestros teléfonos y la gente que no debería haberse vuelto más rica transformó exponencialmente su riqueza. Es un pequeño insulto a las heridas personales y creo que eso también está perpetuando esta sensación de malestar'' completa.

 Como sugiere el título del disco, ''en la oscuridad los corazones brillan'' y aunque se sienta el apagón, la luz tenue de un faro promete a lo lejos un puerto de anclaje. Uno de estos momentos superlativos e iluminados llega con ''God Turn Me Into a Flower'', que de tan etérea flota (a la par de la angelical Julee Cruise). Basada en el mito de Narciso, Natalie cobra noción de la belleza y valor humano y alienta a seguir conservando la suavidad en los pétalos, aún cuando las amenazas del mundo nos hacen crecer espinas y el espejo devuelve distorsiones. Su voz frágil se fortalece, como una flor que empuja los límites hasta romper el cristal que la rodea para salir al mundo natural, elevada por los sintetizadores y sampleos ambientales de Oneothrix Point Never.






La última chispa de optimismo aparece al cierre del disco introducida por un piano en ''A Given Thing'', un final abierto donde queda la página en blanco para el próximo capítulo: un amor sano que no se limite ni implique esfuerzo, sino que fluya como fuerza natural entre dos polos alineados en la misma frecuencia. Algo recíproco que quizás la humanidad necesite en estos tiempos para volver a empatizar y conectar con lo esencial.  

Si, citando la película Titanic, ''el corazón de una mujer es un océano profundo lleno de secretos'', el disco es una buena apertura para conocerlos. Natalie Mering cerró un capítulo personal lanzando esta joya al océano y en una inmensidad de resonancias siniestras donde puede quedar perdida, el diamante brilla lo suficiente como para que cualquiera que bucee debajo de lo obvio pueda verlo. En la oscuridad y desilusión que vivimos, solo una persona con luz y una llama viva de esperanza por cambiar las cosas es capaz de  crear sentido y transformar lo doloroso en poético y lo íntimo en una experiencia compartida.






Ph: Neil Krug

Carta a los oyentes con la que acompañó al disco:





Para archivarlo entre:

Weyes Blood - Titanic Rising (2019)
Stevie Nicks - Bella Donna (1981) / Wild Heart (1983)
Fleetwood Mac - Rumours (1977)
Bob Dylan - Blood on the tracks (1975)
George Harrison – Living in the material world (1973)
Harry Nilsson – A Little Touch of Schmilsson In The Night (1973)
The Beach Boys –  Surf’s Up (1971)
Carpenters –  Close To You (1970) / A Song For You (1972) / Horizon (1975)
Joni Mitchell – Blue (1971)
Judee Sill – Heart Food (1973)
Joan Baez - Diamonds & Rust (1975)
Laura Nyro – Eli and the Thirteenth Confession (1968)
Enya – Watermark (1988)
Julee Cruise - Floating into the night (1989)
The Last Shadow Puppets -  Everything you’vecome to expect (2016)
Beck - Sea Change (2002)
Father John Misty – Pure Comedy  (2017) / God's Favorite Customer (2018) / Chloe and The Next 20th Century (2022)
Beach House – Bloom (2012) / Depression Cherry (2015)
Julia Holter – Have you in my wilderness (2015)
Sharon Van Etten - Are we there? (2014)
Julia Jacklin - Crushing (2019)
Brian Eno – Another Green World (1975)
Julie London - Julie is her name (1955)
Roy Orbison - Lonely & Blue (1961)




Ph: Neil Krug