Pulsar la tecla ‘play’ con este disco es
algo así como intentar prefigurar mentalmente los acontecimientos en órden
alterado previos a un ataque de amnesia a corto plazo (¿recuerdan ‘Memento’ de
Christopher Nolan?).
El quinto álbum de los Radiohead provoca
una sensación parecida a la de abrir los ojos luego de un accidente, para
despertar en un hospital y no comprender donde esta uno ni como llegó hasta
ahí.
Cada canción actúa como un fragmento
episódico anacrónico, dentro de la reconstrucción de una distorsionada historia
tan confusa como enrarecida de narrar. Son pistas cargadas de información para
resolver, un entramado de cuestiones a las que es preferible no rememorar del
todo bien porque, de hacerlo, se presentaría el riesgo de ingresar al borde de
colapso mental acompañado de una crisis nerviosa y severa depresión.
Nietzsche decía que no existen las
verdades absolutas, sino interpretaciones subjetivas de los hechos acordes a la
experiencia de cada ser. Y los temas de Radiohead tienen algo de cierto en
esto: son esa clase de verdades que uno prefiere inventar y creer en su cabeza,
porque la realidad que esta fuera de ella es más dura y perversa de lo
imaginable.
Thom Yorke y los suyos de Oxford nos
tienen acostumbrados a estos caprichosos pasajes anímicos antagónicos y
bipolares. Pero en lo que va de Radiohead nunca fueron tan bruscos como en esta
placa. Ni siquiera la producción a cargo del uniforme Nigel Godrich (Air,
Paul McCartney, Travis, Beck) los extrajo de esta línea sonora tan atípica en
su carrera.
Ya hojeando las páginas del oscuro
booklet, diseñado e ilustrado por Stanley Donwood (que también colaboró con
ellos en el venerado ‘OK Computer’ y en el no tan apreciado ni reconocido ‘Hail
to the thief’), se puede obtener esa sensación caótica y perturbadora: letras
morbosas mecanografiadas de forma incompleta y a medias, frases delirantes
desperdigadas en el aire y garabatos de dibujos infantiles aprisionados en una
coraza de ira y soledad, situados en paisajes de infinita desolación.
Amnesiac pasea por climas de lo más
variopintos: hay viajes en un tiempo flotante y subconsciente (ver ‘Pyramid song‘), disonancias asimétricas
en la rítmica típicas del IDM ( ‘Packt Like
Sardines [...]‘ es el caso más
evidente, a un nivel que incomoda pero que no desentona con el resto de los
temas). En ‘I might be wrong‘
encontramos una especie de western futurista ideal para ambientar
espejismos desérticos.
Pero en momentos como en la fúnebre
marcha de procesión ‘Morning bell‘
o en la vaudevillezca y jazzera ‘Life in a
glass house‘ es cuando la agrupación muestra que no es simplemente
una ‘pose’ lo de hacer música deprimente y marginal. Sino que hay peso y carga
emocional muy auténtica y sentida detrás de estas composiciones.
Los días en que ‘Creep’ sonaba en las
radios y las puertas del imperio norteamericano se les abrieron de par en par,
ya son cosa del pasado. Hoy el material que se traen entre manos tiene filtros,
no viene tan directo ni fácil de digerir (en buena hora!). Su sonido se
convirtió en un enigma indescifrable que obsesiona a más de uno, obligándolo a
escuchar repetitivamente el disco una vez que decantó el mensaje y cayó la
ficha de lo que trata. (Aunque esto puede llegar a no ocurrir jamás en caso de
abandonarlos en la primera instancia de oída).
Si bien la humanidad está empecinada en
encontrarle un sentido circular y comprensivo a todo, permanecer alerta ante
esta búsqueda con Amnesiac es en vano, puesto que ese objetivo es tan inaccesible
como la intrincada mente creativa de Yorke.
Con el tiempo, Thom en lugar de adoptar
una actitud extrovertida, desconfía del mundo y se aisla herméticamente en sí
mismo y en su cosmos ilusorio, optando por ser huraño ante las formas
conocidas. Así los vemos hablando su propio lenguaje y evitando el contacto con
el medio de lo ‘socialmente aceptable’, parándose ante lo familiar como un
completo desconocido que lo olvidó todo y que debe arrancar nuevamente desde
cero.
*Recordemos
que originariamente, Amnesiac estuvo pensado para ser lanzado a la venta junto
con el antecesor ‘Kid A’, en un disco doble, dado que ambos fueron gestados en
continuidad dentro del mismo período de sesiones de grabación, manteniendo la
misma línea experimental y alienada en el sonido. Pero por cuestiones
discográficas y porque consideraban que realmente había un corte de
diferenciación, vieron la luz por separado. Según los Radiohead ambos discos
funcionaban como ‘hermanos gemelos separados al nacer’ , aunque Amnesiac resultaba
ser como los lados B de Kid A. De todos modos, hay registro de esta unidad
fusionada en un álbum en vivo titulado ‘I might be wrong’.
Txt: María Gudón
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