Mac DeMarco,
el pichón de la generación Pitchfork hacedor de flotantes melodías lo-fi salido de la escuela de Ariel Pink, DIIV y
Beach Fossils, pasó por Buenos Aires como una de las primeras visitas del año,
tocando en una veraniega noche de sábado ante un Vorterix lleno.
El cantautor
canadiense sub 25 llegó en un momento ideal: tras el crecimiento que le
representó su recomendable debut 2 y
frente a la expectante presión que implica el famoso segundo disco sucesor, que saldrá a la venta a comienzos de
Abril bajo el ala del sello que lo apadrinó, Captured Tracks.
DeMarco, una
cruza entre Elijah Wood y el desfachatado Dude Lebowski, sube al escenario
vestido de entrecasa abanderando la pose anti-estilo
con un jardinero y el pelo revuelto. Lo primero que hace es presentar a su
banda, algo que dicta que la noche se saltará de la norma, ya que usualmente se
estila a hacerlo promediando la mitad o el final del show.
El público
tiene el privilegio de ser conejillo de Indias y testear los nuevos temas, que,
como él anuncia, solo fueron tocados en vivo en otras dos oportunidades más.
Así, el show
abre con ‘Salad Days’, el track que titula a su segunda obra y continua con
otras prometedoras gemas nuevas como ‘Blue Boy’,‘Treat Her Better’ o ‘Let Her
Go’, canciones más oscuras y personales que aún conservan los riffs circulares
y pegadizos de cuerdas.
Antes de
cantarle el cumpleaños al guitarrista Peter y de pedir para el brindis una
botella de whisky compartiendo shots con el público, hace un breve repaso por su
primer álbum con ‘The Stars Keep on Calling My Name’ para volver a develar más
material nuevo. Los dos adelantos que estuvieron rotando en los medios, la slow jam melosa ‘Brother’ y el corte beatlero
‘Passing Out Pieces’ (que se basa en un redundante Minimoog) se destacan como
los puntos más altos dentro de lo nuevo que el cantante tiene bajo el brazo.
La oda a lospuchos Viceroy genera ovación y el clímax narcótico invita a que varios porros
se enciendan al unísono y una serie de cigarrillos sean despedidos cual misiles
hacia el escenario en señal de ofrenda tabaquera.
Mac es un
tipo de placeres simples: disfruta de hacer canciones sencillas sobre cosas
cotidianas: el ritual de fumarse un cigarro, la vida familiar y el plato de
comida que le cocinan sus viejos (‘Cooking Up Something Good’) o dar que hablar
en su barrio freakeando a la vecindad con sus locuras (‘Freaking Out TheNeighborhood’). Lo interesante es la frescura con que traduce su mundo: atractivos
arreglos de violas à la
Johnny Marr , pop volátil en forma de balada y dope
psicodélico en un cóctel sonoro bautizado por él como jizz-jazz. Su humor on-stage
merece un párrafo aparte: vendiendo por momentos más la imagen de comediante de
stand-up que de músico.
El show se
redondea con otras dos novedades: la sentimental y sensual ‘Let My Baby Stay’ y
‘Chamber Of Reflection’, que incorpora sintetizadores ochentosos. A esta altura
DeMarco y el público ya están en total confianza y el gran cierre viene dado, con moshpit de por medio, por ‘StillTogether’.
Sin mucho
reclamo, los bises no tardan en llegar: haciendo marcha atrás con ‘Rock and Roll Nightclub’ (su momento más glamrockero), que culmina con un beso de lengua
con el bajista, y un bizarro cover country a ‘Unknown Legend’ de Neil Young.
Mac trasladó
la informalidad y el despojo a kilómetros de su casa, logrando que el teatro de
Colegiales se sintiera como un cómodo y cálido ensayo de living room para 1500 personas. Nada poco meritorio
sabiendo que todavía está en sus dulces veintes y que tiene un camino adelante
por explorar.
Txt: María
Gudón
Ph: Mara F.
Mertens / Matías Casal
Nota hecha para VOMB
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