viernes, 8 de agosto de 2014

¿verdadero o falso? Lewis Baloue: un misterio insoslayable



Un hombre bronceado y rubio con tuxedo blanco sosteniendo un habano en mano. Un Mercedes Benz descapotable aparcado en un hangar privado. Sin más información en mano que ésa lo primero que se aprecia es un mundo ochentoso en la delgada línea que separa  lo fino de lo ordinario. Una especie de Bryan Ferry tostado que hizo abuso de la cama solar y que podría haber reemplazado a Don Johnson en Miami Vice.
La tipografía cursiva que acompaña esa imagen también es reminiscente a más iconografía de la era ostensible, siendo un trazo visto durante el efímero pico de éxito de Steve Winwood o Paul Young.

Querer escarbar más en el personaje de Lewis Baloue es una tarea, cuanto menos, difícil. Aún no figura información certera en Wikipedia y solo levantan noticia de él los portales hipster como Exclaim o Pitchfork, basados en los misteriosos anuncios del sello Light in the Attic.

La compañía lanzó este año hace unos meses atrás L’Amour, el debut del cantante solista, que supuestamente data de 1983. Lewis fracasó como potencial estrella y el material fue editado por el sello fantasma R.A.W, sin llegar a ver la luz del éxito comercial.

Básicamente los sonidos son etéreos y celestiales, con arreglos de piano atmosféricos, voces casi imperceptibles y destellos acústicos en guitarra con cuerdas de nylon que remiten a Arthur Russell, Thirteen Moons, al compositor cinemático Angelo Badalamenti o al Bruce Springsteen de Nebraska. ¿Cómo se llega a hablar hoy de un hallazgo que pasó  inadvertido hace 30 años? Gracias a Jon Murphy y Aaron Levin, dos coleccionistas de rarezas en vinilo que decidieron sacar a la superficie el tesoro que encontraron en una feria de discos en Edmonton para compartirlo en  la web y comercializarlo con el sello independiente.

Hay más dudas que certezas alrededor de Baloue y quizás este halo de incertidumbre despierta mayor curiosidad  e interés que su misma música. Según cuentan, el hombre (llamado en realidad Randall Wulff), era un bon vivant que se trasladaba a todas partes en su auto de alta gama con una top model (los créditos en el disco indican que podría haber sido Christie Brinkley). Lewis grabó en unos estudios de Los Angeles y contrató para la fotografía de portada al documentalista punk Ed Colver. Parece que jamás le pagó ni un centavo por su trabajo y que, huyendo de las deudas, se dio a la fuga a la ciudad de Alberta en su Canadá natal, en donde décadas más tarde se encontraron por primera vez contadas copias de su debut. De ahí en más, al igual que “el hombre que se fue a comprar cigarrillos y nunca volvió”, reinó el misterio y la intriga. No se sabe si está vivo o muerto, nadie tiene registros de haberse topado con él.

Amén de esta cuestionable existencia, el mito fue acrecentándose, adquiriendo seguidores y cotizándose en alza (hay quienes llegaron a ofertar hasta u$1800 por su LP en eBay).

Como si el fenómeno no fuese lo suficientemente extraño de desentramar, ahora el mismo sello que expandió su debut encontró gracias al DJ Kevin ‘Sipreano’ Howes un segundo disco de 1985 bautizado Romantic Times en el mismo ático que el trabajo anterior. En este hay mayor experimentación y el crooner pop pasea su torturada y susurrante voz en falsete hacia bases de sintetizadores lánguidos, sin sonar tan melancólico pero sí creando ante el oído sensaciones más oníricas, trayendo de vuelta recuerdos a otras voces como las de Chris Isaak, Daniel Lanois, Dave Jaurequi (Fox Bat Strategy) y Julee Cruise ambos colaboradores de David Lynch) o propuestas más modernas como Lana Del Rey, How To Dress Well  y Mac DeMarco.

El rock presentó varios enigmas en estas cinco décadas de historia: desde el destronamiento del personaje Ziggy Stardust de David Bowie, pasando por la reclusión del mismo Duque por diez años de silencio (en los que se especularon todo tipo de cosas: desde retiros hasta enfermedades o la misma muerte), la desaparición de Richey Edwards de Manic Street Preachers hasta la presentación en sociedad de Sixto Rodríguez, un personaje anónimo del folk que tuvo furor en África durante el apartheid del que nunca jamás se supo nada hasta la llegada del documental Searching For Sugarman.

Este caso de Lewis bien podría llegar a encasillarse como el rescate emotivo de una perla que jamás brilló o ser una falsa alarma, el mito 2.0 de un grupo de amigos que inventaron un gran circo para promover su música alrededor de un sujeto inexistente.

A esta altura conviene y tiene más encanto no saberlo realmente. Es preferible que la imaginación complete esa ficha y guíe la escucha en un marco contextual. En tiempos donde lo explícito ya casi resulta obsceno, la cuota de misterio  y desinformación se hace un factor de promoción  necesario y atractivo.