viernes, 25 de mayo de 2018

Harry Styles en DirecTV Arena: el cambio en una nueva dirección




Harry Styles sabe lo que quieren las guachas: una mirada seductora, una mueca risueña de costado o admitir repetidamente lo mucho que extrañó y ama al público argentino son comodines que bastan para guardarse a cada una de sus fans en el bolsillo como por acto de magia. Al boy-next-door del pop británico le sobra manual de galantería y entretenimiento como showman. La salida del reality televisivo británico X-Factor (la fábrica cazatalentos de Simon Cowell) y su posterior carrera meteórica en One Direction, la última boyband de éxito global, fueron la escuela que le brindó herramientas para moverse sobre el escenario como pez en el agua. La popularidad es un ‘monstruo grande que pisa fuerte’ y luego de haber dejado como grupo una huella para el recuerdo, Styles, al igual que el resto de sus compañeros (pero con mejores credenciales), anunció el lanzamiento de su debut solista en 2017. Como canta en uno de sus temas, ‘we’re not who we used to be, we don’t see what we used to see’: aunque las apariencias engañen, ya no es más quien solía ser. El presente lo encuentra a medio camino entre un songwriter de credibilidad y  carrera sólida en proceso y el teen que está ingresando en la adultez y que, más allá de seguir siendo un fenómeno de ventas y obligaciones contractuales, hoy está desarrollando una identidad musical que deja entrever sus verdaderas influencias y decisiones artísticas. Básicamente, el momento en que se encuentra es el desafío del primer disco post banda, el mismo que décadas antes transitaron Robbie Williams post Take That con Life Thru A Lens (1997) o Justin Timberlake post N’ Sync con Justified (2003).

En ese marco, y habiendo agotado (¡un año antes!) las entradas del show en el DirecTV Arena de Tortuguitas, es como el popstar aterriza por primera vez en solitario en el país.

Luego de la apertura ajustada del soulman Leon Bridges, comienzan a sonar temas que van de Shania Twain, Stephen Stills y Queen, pasando por la beatlera y ovacionadísima ‘Olivia’ de 1D, hasta Shuggie Otis y Pink Floyd, un mix de entretiempo que anima a los padres que acompañan a sus hijos y delata los ejes en los que se moverá el show (entre homenajes, viejos repasos y un presente maduro y folk pop).  En esos minutos, que para la ansiedad que maneja el público centennial equivalen a una eternidad, se forman las típicas olas en la platea y se reparten globos rosas y pegatinas para iluminar los celulares con filtros de colores, mientras en pantalla se proyecta las manos de Styles desentramando un cubo de Rubik. Cuando los colores se alinean, suena la intro evangelizadora de ‘Only Angel’ y los acordes rockeros – en clave Stone pasteurizados - dan bienvenida a Harry y a su banda, escoltados por gritos eufóricos y a volumen inaudito y ensordecedor. Cualquier semejanza con la beatlemania y los sixties es válida: el cantante inglés sale vestido en un traje Givenchy de terciopelo negro con destellos plateados tirando pasos agraciados, como un lejano heredero del primer Mick Jagger (vale la pena ver su imitación en SNL) y la legión de fans no juzga ni escucha con demasiada atención su rendimiento vocal, solo gritan, lloran, capturan el momento para subirlo a Instagram, se emocionan y abrazan entre amigas, felices de estar frente a un sueño cumplido que tardó unos cuatro años en volverse a dar desde el debut de 1D.        

Harry invita a sus chicas a cumplir una misión: ‘Necesito que tengan la mejor noche de sus vidas. Siéntanse libres de hacer lo que quieran hoy’ y acto seguido, despunta como regalo ‘Woman’, una balada mid-tempo setentosa situada entre su contemporáneo Frank Ocean y Elton John. Los momentos acústicos llegan con el set country pop de ‘Ever Since New York’ y ‘Two Ghosts’, la historia de una relación fantasmal de dos amantes que pasan a ser desconocidos (según reza la data oficial, estaría dedicado a su ex Taylor Swift, quien también habría hecho lo mismo con los temas ‘Style’ y ‘I Knew You Were Trouble’).

Al mejor estilo ‘si lo sabe cante’, Styles aclara que solo cuenta con 10 canciones propias, es por eso que, luego de tocar ‘Carolina’, invita a que se unan a corear con él los celebrados extras de relleno: ‘Stockholm Syndrome’ (el paso obligado para contentar a las fans más nostálgicas de 1D), y ‘Just A Little Bit Of Your Heart’, la canción que compuso para el segundo álbum Ariana Grande, My Everything. Las fans responden al pie del cañón y saben TODAS las letras, incluso las de outtakes que no cuentan con versiones de estudio pero sí integran el repertorio de la gira, como el caso de ‘Anna’ (con medley a ‘Faith’ de George Michael) o ‘Medicine’, en la que flamean varias banderas inclusivas de la comunidad LGBT, en complicidad y apoyo con la letra y rumores de una (aún) no negada ni confirmada bisexualidad del cantante de 24 años.

Meet me in the hallway’ es el último tema con banda completa antes de una sorpresa íntima, cercana y especial con un escenario alternativo detrás de la consola de cara a la platea central, que hace que las fans del fondo, con tal de estar a metros suyo, corran cual ejército de zombies para acercarse al vallado a obtener la postal más cercana posible de souvenir. Acompañado únicamente por el guitarrista, Harry rinde homenaje al manual de composición Mccartneano con ‘Sweet Creature’, mientras pide algo de silencio, saluda y lee las pancartas, para luego quedar a solas tocando ‘If I Could Fly’ de su ex banda. Si en momentos como esos antes se alzaban encendedores, la generación Z levanta en alto sus celulares, que iluminan al estadio como si fuera un campo de luciérnagas.

Una vez que regresa al main stage, cierra el ciclo directioner con ‘What Makes You Beautiful’, el pico de estrógenos donde pone a todo el estadio a saltar enérgicamente.

No suelo decir esto, pero ustedes, hasta ahora fueron el mejor público. Los amo con todo mi corazón, sí’ y ‘Prometo que nunca más voy a dejar pasar tanto tiempo sin volver’ fueron frases que circularon promediando la última instancia de la noche, que cerró con ‘Sign Of The Times’, la balada melodramática y post-apocalíptica de casi seis minutos con la que presentó en sociedad su faceta solista y le trajo comparaciones a antepasados britpoperos como Oasis o el ya mencionado Robbie Williams.


Luego de un breve respiro, Harry y el cuarteto vuelven para los bises con ‘From The Dining Table’, un momento ‘fogonero’ de introspección en el que las fans, sabiendo que es el tema que más disfruta tocar, le ofrendan el mayor de los respetos en silencio absoluto. Styles introduce a su backing band, integrada por dos mujeres: Clare Uchima (teclados) y Sarah Jones (batería) + dos hombres: Adam Pendergast (bajo) y el guiatrrista Mitch Rowland y luego da paso a un honorable cover de 'The Chain’ de sus admirados Fleetwood Mac.

Con agradecimientos continuos, risas sostenidas y brillo en los ojos verdes de su babyface como señal aprobatoria, durante ‘Kiwi’, su bomba más hard rockera, explosiva y amplificada, luego de moverse de una punta a la otra del escenario y cantar con la bandera argentina envolviendo el micrófono, se arrodilla haciendo reverencia ante un harén de fans que también ya quedaron rendidas a sus encantos hace rato.

No se sabe si Styles sostendrá su promesa y regresará próximamente. Tampoco se sabe el curso que seguirá su carrera. Si, como recita una de sus canciones, este fue su ‘final show’, lo dio vestido en su mejor atuendo.  Solo se puede notar que en ese pop / rock sensible y correcto hay un dejo de emancipación del pasado, aunque dialogue en buenos términos con un presente menos predecible que parece calzarle entallado. Como sea, siempre estará la seguridad que sus fans incondicionales van a estar ahí para apoyarlo y verlo crecer en ese cambio.

Txt: María Gudón
Ph: Cortesía de Trigo Gerardi para DF Entertainment y capturas de Instagram






























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